domingo, noviembre 20, 2005

la terraza

Cartagena, Chile
Era pequeño, era el verano y era el paseo a la playa por el día. Llegaba de mañana y desde que sus pies tocaban la arena fina y el agua lo acogía agitada, no se detenía de dar brincos, zambullidas y de verse revolcado por más de diez olas. De tarde, sus labios lucían morados y palpitaban sin contenerse de frío, sus ojos rojizos, tal como su nariz y los cachetes de su cara. "Pilucho" entre toallas y un pan de huevo con arena, se preparaba para ir al rompeolas, allí donde el agua golpeaba sobre las rocas que sostenían la terraza, le gustaba saltar y correr entre el agua que lo salpicaba.
Hoy, al atardecer caminó por el mismo lugar, nunca estuvo a esta hora y menos de noche, tampoco en primavera, pero en cambio el agua sigue salpicando y el perro que muerde el agua sigue saltando, parece que nunca ha dejado de hacerlo.