domingo, diciembre 18, 2005

el crucero

Valparaíso, Chile
Ese domingo estaba soleado. El verano era caluroso. La playa con gente alegre y un restaurante al borde; una pareja, una pequeña por venir y un amigo gozan el lugar y un almuerzo. En el horizonte un barco.
Él subió a bordo, iba rumbo al sur. El crucero se desplazaba lento dejando atrás el puerto y sus mil historias. En la cubierta, el whisky con hielos pequeños helaba sus manos, quizás una gota de agua que cayó del vaso se volcó en el inmenso océano. Su mirada de ojos pardos se perdía en los cerros. Con tristeza y cansancio apoyó sus brazos en la baranda, penetraba con su miraba en las indómitas aguas del Pacífico. Una lágrima dejó sus ojos vidriosos, para luego deslizarse por su nariz, ...se detuvo unos segundos y finalmente, transparente, quiso lanzarse sobre las aguas agitadas. Cayó. Las aguas se abrieron dándole paso. Todo se estremeció, ...se levantaron olas gigantescas y maravillosas, inundaron todo a su paso, la gente flotaba en sus casas, las camas y sofás y se desplazaban por entre las plazas inundadas, los cerros mostraban sus cimas como nuevos archipiélagos, los peces se colgaron de las nubes y las algas esperaban la noche para mostrar su brillo desde las estrellas,
El crucero estuvo perdido, errante y sin detenerse por muchos años, al parecer su gente vivió ese tiempo y más, eso cuenta la historia. Un hombre alegre encuentra un sentido a su vida y un amor vaga encerrado en una lágrima por las profundidades. Los amigos continúan sentados en la misma mesa, comen, beben y ríen.