martes, diciembre 20, 2005

la atadura

Santiago, Chile
Miré, a través de la persiana. Dudé unos instantes y luego en un segundo decidí atravesar la puerta y caminar por el entretecho del edificio; me desplacé por entre vidrios, si me descuidaba caía un piso, dos, o tres. Encontré, en primer lugar, la esfinge de un niño, y metros más allá estaba ella, de espalda y atada con lienza de paquetes en las manos, tronco, cabello y parte de su cuerpo; cabizbaja, en medio de la soledad, casi con vergüenza, y sin dar su rostro. Fue un breve tiempo, lo necesario para que quedará en mi retina su espera.